Sesión 4: El secreto de la contemplación II: Más allá de las combinaciones de palabras
El lenguaje no tiene sólo un valor utilitario, tiene también otras formas de uso como el que ofrecen las metáforas que no son más que una forma, generalmente poética, con la cual logramos crear imágenes mucho más vívidas que con cualquier descripción ordinaria. Podría pasar horas describiendo el amarrillo del color del cabello de una mujer que me gusta pero, pese al lugar común, si digo que sus cabellos son de oro, muy probablemente la imagen será muy clara para quien me lee o escucha. Así funcionan las metáforas.
Por otra parte, el hombre también ha buscado otra forma superior del lenguaje en los símbolos. El hombre, a medida que el mundo se ha vuelto más complejo, ha buscado maneras para que el mundo se le haga más digerible, es decir, en medio de las tendencias dominantes de especialización y obediencia a la ciencia, el hombre busca refugio en imágenes que se acercan más a las inclinaciones mágico-religiosas de los primitivos.
Hay algunos como el vientre, el cual es el símbolo materno por antonomasia. Puede simbolizar apetito desmedido, renacimiento (por el regreso al útero) o la de infierno ya que ciertas culturas lo relacionan con una especie de prisión espiritual. La serpiente es una de las representaciones del mal y, sobre todo, de la tentación en la tradición judeocristiana.
El aceite tiene un significado como parte de los rituales donde se ungen a las personas con una especial misión, para llevar a cabo una misión extraordinario. Igualmente se asocia con la muerte. Los agujeros representan la fecundidad, son asociados directamente con el órgano sexual femenino, aunque a veces con una connotación un tanto tenebrosa de “abertura hacia lo desconocido”.
La boca es símbolo de la potencialidad creadora y de la vida en general ya que en ella convergen la palabra y el soplo. Se asemeja al fuego porque ambos tienen en sí la fuerza para crear y destruir a un tiempo. El centro simboliza un lugar sagrado y mágico y su búsqueda es importante en nuestras culturas. Comenta Mircea Eliade: “el viaje al centro no es sino un ritual de lo profano a lo sagrado, de lo efímero y lo ilusorio a la realidad y eternidad; de la muerte a la vida, del hombre a la divinidad.”
Estos son sólo algunos de los símbolos. Sólo tratamos de dejar en claro que es necesario estar atentos a su construcción de manera conciente y, a veces, a su aparición. Cerramos los ojos, imaginamos, vemos a un niño y tal vez no se trate específicamente de una persona sino de un símbolo, digamos de la ingenuidad o de esa parte de nosotros que tiene arraigo en la infancia.
Por otra parte, el hombre también ha buscado otra forma superior del lenguaje en los símbolos. El hombre, a medida que el mundo se ha vuelto más complejo, ha buscado maneras para que el mundo se le haga más digerible, es decir, en medio de las tendencias dominantes de especialización y obediencia a la ciencia, el hombre busca refugio en imágenes que se acercan más a las inclinaciones mágico-religiosas de los primitivos.
Hay algunos como el vientre, el cual es el símbolo materno por antonomasia. Puede simbolizar apetito desmedido, renacimiento (por el regreso al útero) o la de infierno ya que ciertas culturas lo relacionan con una especie de prisión espiritual. La serpiente es una de las representaciones del mal y, sobre todo, de la tentación en la tradición judeocristiana.
El aceite tiene un significado como parte de los rituales donde se ungen a las personas con una especial misión, para llevar a cabo una misión extraordinario. Igualmente se asocia con la muerte. Los agujeros representan la fecundidad, son asociados directamente con el órgano sexual femenino, aunque a veces con una connotación un tanto tenebrosa de “abertura hacia lo desconocido”.
La boca es símbolo de la potencialidad creadora y de la vida en general ya que en ella convergen la palabra y el soplo. Se asemeja al fuego porque ambos tienen en sí la fuerza para crear y destruir a un tiempo. El centro simboliza un lugar sagrado y mágico y su búsqueda es importante en nuestras culturas. Comenta Mircea Eliade: “el viaje al centro no es sino un ritual de lo profano a lo sagrado, de lo efímero y lo ilusorio a la realidad y eternidad; de la muerte a la vida, del hombre a la divinidad.”
Estos son sólo algunos de los símbolos. Sólo tratamos de dejar en claro que es necesario estar atentos a su construcción de manera conciente y, a veces, a su aparición. Cerramos los ojos, imaginamos, vemos a un niño y tal vez no se trate específicamente de una persona sino de un símbolo, digamos de la ingenuidad o de esa parte de nosotros que tiene arraigo en la infancia.
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