Sesión 3: El secreto de la contemplación I: La descripción
Nick Herbert, citado por Wayne Dyer dice que “no existe realidad en ausencia de observación. La observación crea la realidad”. Sin embargo, muchas veces cedemos accidentalmente este poder y damos por sentado todo lo que nos rodea. Es allí donde muere la observación, la contemplación.
En otras ocasiones nos detenemos intencionadamente en nuestro entorno, nos damos unas vacaciones de nosotros mismos y queremos ver el mundo, pero entonces surgen las etiquetas: en lugar de ver a Pedro o María vemos el genérico “personas”, vemos “árboles” en lugar de Samanes y Araguaneyes y así sucesivamente. Sea por pereza o, peor aún, por pobreza de vocabulario, nuestra visión se encuentra limitada en demasiadas oportunidades.
La idea en esta sesión es conversar sobre el poder de la descripción y su capacidad para precisar, para fijar aquello de lo cual deseamos escribir. Para esta tarea tendremos dos aliados: los adjetivos y los adverbios.
La escritora norteamericana Carson McCullers decía que el detalle es la vida de la escritura: no es lo mismo una mesa que una mesa redonda ni que una mesa verde. Los adjetivos nos servirán a dos propósitos: uno, expresar una cualidad; otro de clasificación, introduce en una categoría el sustantivo. Por eso un dicho expresa que no es lo mismo una amiga vieja que una vieja amiga.
Por otra parte, tenemos los adverbios. Los adverbios son al verbo lo que el adjetivo es al sustantivo. Como en los ejemplos, muchos de los adverbios terminan en "mente" por lo cual tienden a ser palabras largas, lo cual obliga a prestar atención a su uso pues en determinadas circunstancias pueden romper el ritmo del relato. (esto se puede solucionar colocando antes del sustantivo la preposición "con", en nuestros ejemplos con rapidez, con nervio, con duda, con ritmo de zigzag.)
También sirven para calificar a los adjetivos, por ejemplo: trágicamente desesperado, tristemente célebre.
Lo importante entonces es que recordemos que necesitamos hacer un esfuerzo conciente para observar más allá de las generalizaciones y obviedades y enriquecer nuestra visión a través de una contemplación cada vez más precisa.
En otras ocasiones nos detenemos intencionadamente en nuestro entorno, nos damos unas vacaciones de nosotros mismos y queremos ver el mundo, pero entonces surgen las etiquetas: en lugar de ver a Pedro o María vemos el genérico “personas”, vemos “árboles” en lugar de Samanes y Araguaneyes y así sucesivamente. Sea por pereza o, peor aún, por pobreza de vocabulario, nuestra visión se encuentra limitada en demasiadas oportunidades.
La idea en esta sesión es conversar sobre el poder de la descripción y su capacidad para precisar, para fijar aquello de lo cual deseamos escribir. Para esta tarea tendremos dos aliados: los adjetivos y los adverbios.
La escritora norteamericana Carson McCullers decía que el detalle es la vida de la escritura: no es lo mismo una mesa que una mesa redonda ni que una mesa verde. Los adjetivos nos servirán a dos propósitos: uno, expresar una cualidad; otro de clasificación, introduce en una categoría el sustantivo. Por eso un dicho expresa que no es lo mismo una amiga vieja que una vieja amiga.
Por otra parte, tenemos los adverbios. Los adverbios son al verbo lo que el adjetivo es al sustantivo. Como en los ejemplos, muchos de los adverbios terminan en "mente" por lo cual tienden a ser palabras largas, lo cual obliga a prestar atención a su uso pues en determinadas circunstancias pueden romper el ritmo del relato. (esto se puede solucionar colocando antes del sustantivo la preposición "con", en nuestros ejemplos con rapidez, con nervio, con duda, con ritmo de zigzag.)
También sirven para calificar a los adjetivos, por ejemplo: trágicamente desesperado, tristemente célebre.
Lo importante entonces es que recordemos que necesitamos hacer un esfuerzo conciente para observar más allá de las generalizaciones y obviedades y enriquecer nuestra visión a través de una contemplación cada vez más precisa.
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